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Me llamo Rosa del Valle, vivo en un pueblo de Soria, llamado Burgo de Osma. Trabajo de auxiliar de enfermería en un centro de discapacitados psíquicos, que depende de la Diputación de Soria. Y voy a contar un poco mi experiencia, de cómo he vivido estar contagiada por Covid-19.
Todo transcurría con normalidad en el centro, hasta que se decretó el Estado de Alarma Sanitaria en España, debido a la pandemia, que se había extendido en todo el país.
En el centro se aísla a una anciana de 97 años, con síntomas de este virus. Y, a partir de este suceso, el centro se prepara para otros posibles casos positivos. Así como las medidas que debíamos tomar para protegernos entre el personal sanitario .
Los enfermos se van contagiando y hay que aislarlos para evitar que el virus se propague a los demás residentes. A mí me piden que vaya a cuidar a los enfermos al edificio de aislamiento, donde había diez residentes positivos, con esta enfermedad. Al principio sentí miedo, porque había escuchado en los medios de comunicación, que el virus era muy contagioso.
Pido con fuerza al Señor y a la intercesión de nuestro Padre Fundador, que me ayuden a superar el miedo. Seguidamente, siento una fuerza interior dentro de mi corazón y confío en el Señor.
Los meses de Marzo y Abril han sido durísimos en la residencia. El día nueve de Abril, Jueves Santo, comienzo a tener síntomas como dolor de cabeza, tos, fiebre, etc. No podía quedarme en casa, porque había compañeras ya de baja, y no teníamos suficiente personal. De manera que confiando en el Señor, continuo realizando mi trabajo. Hasta que el día veinticuatro de Abril, nos realizan dos test a los trabajadores, y el resultado fue «positivo».
Esto me supuso una baja médica, y hacer un “confinamiento” de 15 días, en mi domicilio. Tengo que decir, que vivo sola, y al principio sentí temor, de cómo iba a evolucionar esta enfermedad. Le pedía al Señor en mi oración personal que me ayudara,pero que se hiciera su Voluntad.
Empiezo a confiar en Él, a abandonarme en sus manos, porque sé que Dios lleva a término su obra en nosotros, con tal que nosotros nos fiemos totalmente de Él. Y en esta entrega al Señor, el temor y la preocupación, se van transformando en paz, alegría y serenidad. Yo sentía, que Dios había permitido este contagio, para mi bien, y así me lo fue mostrando día a día.
En un momento de oración, sentía muy fuerte el amor del Señor, y que, si nos entregamos y confiamos en Él, nada nos puede pasar. ¿De qué tengo miedo ? ¿Por qué me preocupo tanto por mi salud?, me repetía en mi interior…
La enfermedad iba transcurriendo bien, y yo mejoraba día a día.
Le doy gracias al Señor, porque ahora sé que estos días de soledad, han sido un regalo para mí. Me ha enseñado a confiar más en Él, a entregarle todo, hasta las cosas más pequeñas, a no tener miedo, ni a la enfermedad, ni al futuro.
Mi oración en este confinamiento, ha sido más intensa que en otros momentos y me ha enseñado a estar con más serenidad y sosiego. Buscando, lo primero, un verdadero encuentro con el Señor, dejándome interpelar por su Palabra.
El futuro lo afronto, con más ilusión y fortaleza, sintiéndome más cerca del corazón de Cristo, que todo lo hace nuevo, si nos dejamos hacer por Él.
Quiero decir, que me he sentido muy acompañada, por la cercanía, el cariño y la oración de mis hermanas aliadas, el sacerdote de mi parroquia, mi grupo de oración, mis amigas y mi familia.
Cuando el día ocho de Mayo, me realizaron un nuevo test, y me confirmaron que ya daba “negativo”, sentí una alegría inmensa y canté de gozo con el salmo «El SEÑOR HA ESTADO GRANDE CON NOSOTROS, Y ESTAMOS ALEGRES”.