
Formación de formadores: Palabra de Dios como fuente y fundamento para la formación en secularidad consagrada
4 de junio de 2021
Jornada académica «Secularidad Consagrada en el siglo XXI». 29 de mayo de 2021
7 de julio de 2021Secularidad consagrada:
Una pequeña semilla del Reino en la lucha
contra la Pandemia
1. Introducción
La Secularidad Consagrada es la gran desconocida entre las distintas formas de consagración que hay en la Iglesia. Es la gran desconocida para la sociedad en general, pero también, y es doloroso, es la gran desconocida en los ambientes eclesiales. Es fácil oir en esos ambientes la expresión “monjas seglares”, expresión que es una “contraditio in terminis”, puesto que podríamos decir que el monacato y la secularidad consagrada están en los extremos de esa línea temporal que une los distintos carismas que han ido surgiendo a lo largo de la historia en la vida de la Iglesia.
San Pablo VI señalaba en un discurso a los miembros de los Institutos Seculares en el XXV Aniversario de la Constitución Apostólica Provida Mater Ecclesia que “existía una profunda y providencial coincidencia entre el carisma de los Institutos Seculares y una de las líneas más importantes y más claras del Concilio: la presencia de la Iglesia en el mundo …”
En un discurso a los Responsables generales recordaba “la coesencialidad de ambos aspectos, porque la secularidad indica nuestra inserción en el mundo, como lugar propio de nuestra responsabilidad cristiana, comprometidos con los valores seculares, siendo este nuestro modo de ser Iglesia, de hacerla presente, en definitiva, de anunciar el Reino; la consagración es, en cambio la estructura íntima y secreta portadora de nuestro ser y de nuestro obrar”.
El Cardenal Parolin decía no hace demasiado tiempo:
“Hacer la síntesis entre consagración y secularidad significa ante todo tener juntos los dos aspectos sin separarlos nunca. Significa también componerlos, no superponerlos: la superposición llevaría a vivir de manera formal, a observar varias prácticas sin que ello comporte un cambio en el modo de vivir las relaciones con los hermanos y con el mundo. Hacer síntesis significa también que no se debe subordinar un elemento a otro: secularidad y consagración deben caminar juntas, una tiene necesidad de la otra; no se es primero laicos y después consagrados, pero ni siquiera primero consagrados y después laicos, se es contemporáneamente laicos consagrados. De ello deriva también otra consecuencia muy importante: hace falta un continuo discernimiento, que ayude a obrar el equilibrio; una actitud que ayude a encontrar a Dios en todas las cosas”
Visto desde fuera parece complicado, parece difícil, pero los que hemos recibido el don de esta vocación, lo vivimos con naturalidad, como decía Vicenta Estellés (expresidenta de CEDIS, del Instituto Secular Obreras de la Cruz) en el Coloquio celebrado el 30 de enero de 2021, con motivo de la XXV Jornada de la Vida Consagrada, “es una vocación discreta, y eso hace que pase desapercibida, lo que no significa que no sea fecunda. Las imágenes propuestas por la Iglesia para estar en el mundo también son discretas (sal, luz, fermento), pero sobretodo nuestro carácter secular nace y se nutre del misterio del Dios encarnado y exige estar en actitud de permanente discernimiento para descubrir al Dios que camina con nosotros, al Dios que se manifiesta en los acontecimientos humanos”.
Trabajar por el bien común, en la vida ordinaria, en la profesión, en todas las actividades compatibles con la vida cristiana, poniendo nuestras capacidades y talentos al servicio del ser humano, trabajando codo con codo con otros seglares para ser luz que ilumina, sal que da sabor, fermento en la masa es nuestra contribución a la tarea evangelizadora de la Iglesia, una presencia discreta, callada, en las realidades de la vida ordinaria. Somos, desde nuestro origen, esa Iglesia de Dios en salida de la que hace un año se hablaba en el Congreso de Laicos, para llevar a Dios toda la realidad del mundo, para anunciar al Resucitado en la familia, en el trabajo, en la educación, en la economía, en el cuidado del planeta, con las personas en situaciones de pobreza o migrantes, en el mundo de la cultura, en las redes sociales, en la vida asociativa pública, etc, para dar esperanza y sentido a la vida. Trabajar por el Reino nos exige ser testigos en el mundo de los valores del Evangelio, valorando también todo aquello de positivo que hay en el mundo, porque todo lo bueno y veraz procede de Dios. La secularidad nos exige estar implicadas y vivir en plenitud las situaciones que definen la sociedad actual. Viviendo con tensión y exigencia las situaciones profesionales, sociales y políticas que se nos presentan para transformarlas de tal modo que todos los seres humanos tengan la oportunidad de llegar a su plenitud.
2. El mundo herido
No cabe duda que esta situación que estamos viviendo desde marzo de 2020 es la fotografía de un mundo herido, donde se dan y se están dando situaciones dolorosas para todos, heridas abiertas, difíciles de cicatrizar, en muchos ámbitos de las realidades humanas tanto a nivel individual como colectivo.
La situación es fruto de décadas de poner al ser humano en un segundo plano, porque la sociedad del bienestar, primaba lo financiero sobre cualquier otra cosa, de manera especial en Occidente. De pensar que la ecología es algo que atañe a unos cuantos “progres” poco realistas y no a todos. Que destruir la Amazonía, la capa de ozono, el hábitat de numerosas especies animales, etc, son cosas de los científicos que no se dan cuentan que lo importante son otras cosas.
La pandemia nos ha pillado impreparados, nadie se ha librado, el virus no ha hecho distinciones, aunque obviamente las clases desfavorecidas se han visto más afectadas.
En estas situaciones tan dramáticas todavía hubo que oir lecciones de moral por parte de algunos europeos del norte a los europeos del sur, como si la pandemia fuera el resultado de un sistema que no sabe ser virtuoso. Sin embargo, una frase muy simple pero veraz me llamó la atención. El ex-comisario europeo, Romano Prodi, le recordó al primer ministro holandés que si los seres humanos morían y los países se desmoronaban, también el suyo caería, porque no habría quien comprara tulipanes. Esto nos indica la interdependencia de unos con otros, entre personas, países, continentes. No estamos solos, no nos salvamos solos.
3. Comprar tulipanes
¿Qué significa comprar tulipanes? Probablemente para mí, seglar consagrada, es algo muy distinto a lo que significa para un economista. Comprar tulipanes significa que todos tienen posibilidades de tener una vida digna, es luchar por un mundo más justo, por el bien común, por el Reino. Como dice Vicenta Estellés: descubrir a Dios en los acontecimientos humanos para que otros también lo descubran. En mi caso ha sido estar dispuesta a renunciar a mi vida profesional tranquila y cómoda y que aquello que ha sido mi trabajo durante muchos años, hoy sea noticia de primera página, no por mi trabajo sino por su aplicación en la lucha contra la pandemia.
Cuando en octubre de 2020 el presidente de la compañía farmacéutica que posee la patente del fármaco se quejó de que no le daban los permisos, recuerdo que pensé, ni te la darán porque en estas cosas hay mucho politiqueo y pocas ganas de trabajar por el bien común.
Sin embargo, el estudio realizado por un español en el Mount Sinai puso en primera página de todos los medios, el compuesto patentado por primera vez en 1990, llamado plitidepsina y comercialmente Aplidin®, nombre que hace referencia al organismo de origen marino (Aplidium albicans) del cual fue extraído, purificado e identificado en 1989, durante mi estancia post-doctoral en Estados Unidos. Si las cosas siguen el cauce adecuado, quizás todos podamos comprar tulipanes, no sólo aquellos que económicamente puedan permtírselo.
Esta es mi contribución visible al bien común. Después de 32 años, el trabajo post-doctoral realizado en la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, sale a la luz por el trabajo de un virólogo español en un hospital americano. Esto no habría sido posible si el compuesto no se hubiese descubierto, identificado, determinado, estudiado. Esa parte del trabajo oscura, poco mediática, es mi trabajo.
Cuando escogí mi profesión deseaba que mi trabajo pudiera ayudar a los demás, a que sirviera para hacer de este mundo un lugar un poco mejor, porque eso me exigía mi fe y mi consagración secular: ser una buena profesional. Obviamente es agradable que te feliciten, que se reconozca el trabajo bien hecho, por parte de aquellos que forman parte de ese ambiente y entienden el trabajo, pero también es importante el reconocimiento de muchas personas que trabajan a tu lado, que se alegran por ti y contigo porque eres alguien normal, que les presta atención y está disponible para ellos. Esa atención mediática sirve para dar voz a todos aquellos que quedan en la sombra y que son parte indispensable del buen funcionamiento de un laboratorio.
4. Semilla del Reino
Los caminos de Dios no son como los nuestros, sus tiempos no son nuestros tiempos. Y este es un ejemplo claro de ello.
Los medios dieron amplia difusión al fármaco “español” que podía ser la gran esperanza para luchar contra el virus. Además el científico, en cuyo grupo de investigación se estaban haciendo los estudios junto con la publicación en la prestigiosa revista Science, se había formado en la Universidad de Salamanca, hizo que los medios de comunicación locales le dieran espacio, de tal forma que la información ha llegado a mucha gente sencilla, que no suele estar al tanto de noticias de este tipo. Lo que no suele llegar a los medios de comunicación y obtener grandes titulares es el trabajo previo, oscuro, poco lucido que solamente encuentra espacio en las revistas científicas especializadas o, como en este caso, en la patente original. Sin embargo, fruto de la fortuna, en términos humanos, fruto de la acción de Dios, callada, discreta, escondida, en términos cristianos, esa parte del trabajo ha salido a la luz, porque mi directora de tesis se lo comentó a la Vicerrectora de Investigación, la Universidad emitió una nota de prensa y al vivir y trabajar actualmente en la Universidad de Salamanca, los medios de comunicación locales me han contactado y la noticia ha ido creciendo.
Tanta atención mediática abruma, sin embargo, también es importante dar a conocer no solamente mi trabajo original, sino el trabajo callado y anónimo pero tenaz de muchos otros profesionales que se dedican a la formación de los jóvenes, a la investigación básica, sin la cual la investigación aplicada no sería posible y que, normalmente, no encuentra la financiación adecuada porque no produce grandes titulares en los medios de comunicación.
Hace unos años, en una mesa redonda sobre las diferentes formas de vida consagrada, uno de los panelistas me dijo que no entendía porqué el trabajo de un químico era útil a la sociedad, que lo podía entender de otras profesiones, pero de alguien que trabajaba entre matraces y probetas no. Recuerdo que le dije que el trabajo no solamente es lo que haces sino también la manera de “estar” con los compañeros de trabajo, en la institución o empresa, hay una manera distinta de actuar fruto de lo que eres: una cristiana, consagrada secular, que intenta hacer su trabajo de la mejor manera posible pero movida por una realidad interior distinta, eso que San Pablo VI llamaba “nuestra estructura íntima”, responsable de nuestro ser y de nuestro obrar. O como decía Vicenta Estellés en el curso online de CEDIS:
“dentro de las estructuras: aportando criterios y valores evangélicos en las instituciones, grupos, empresas, etc., y asumiendo las dificultades que conlleva experimentar contradicciones cuando se comparten proyectos profesionales o sociales con otros;
dentro de la historia: en diálogo con todos, asumiendo responsabilidades en el ámbito económico, político, empresarial, artístico; en los campos de la educación y de la sanidad pública, donde se deciden caminos que pueden dignificar o devaluar la dignidad humana.”
Pues esta es nuestra realidad como consagrados seculares: una pequeña semilla del Reino en el mundo, que dará fruto a su tiempo, de manera oscura, discreta, escondida, porque hacer el bien, lo bueno, no tiene fecha de caducidad, y como el sembrador del Evangelio no sabemos si recogeremos los frutos de nuestra acción, pero eso no significa que la acción, en su origen, no sea fecunda.
Debemos intentar evitar contaminarnos con el “virus de la inmediatez”, la “bacteria de lo rentable” y ser portadores de esa semillita del Reino que puede conseguir que nuestro pequeño entorno sea mejor, que enseñe a otros como relacionarnos con los demás, reconociendo la importancia del trabajo de todos en la sociedad (desde el que se dedica a la limpieza hasta el gran investigador que se lleva la medalla), mostrando a los demás que nuestro trabajo no es un fin en sí mismo sino que intenta hacer de este mundo nuestro un mundo mejor, que se preocupa por todos aquellos que conviven con nosotros y que no han tenido las mismas oportunidades. Y, a veces, además de sembrar puedes recoger la cosecha aunque sea 32 años después.
Quisiera recordar para terminar la lectura de San Pablo del V Domingo del tiempo ordinario, y que resume la tarea de todo cristiano: “Me he hecho débil con los débiles para ganar a los débiles. Me he hecho todo a todos para salvar a toda costa a algunos.”
Anna M. Lithgow Bertelloni
Salamanca, 8 de febrero de 2021
Santa Josefina Bakhita y Jornada Mundial de Oración y Reflexión contra la Trata