SANTIDAD QUE FECUNDA LA HISTORIA
22 de junio de 2014FOTOS DEL ENCUENTRO DE FORMACIÓN-JUNIO2014
23 de junio de 2014Santidad, que fecunda la historia
Angelo Card. Amato, SDB
1. La santidad es expresión de una humanidad sana, fraternal, misericordiosa y llena de caridad con todos, amigos y enemigos. Ella introduce en la sociedad la semilla divina del amor que consuela a los afligidos, asiste a los pobres y a los enfermos, ama, perdona y reza por los perseguidores. Los santos son los verdaderos héroes de la sociedad porque la hacen auténticamente humana, despreciando los vicios y exaltando las virtudes.
La santidad es una característica de la Iglesia, que es santa como santo es su divino fundador y como santos son sus sacramentos de salvación. Grandes y pequeños, sanos y enfermos, hombres y mujeres, laicos y religiosos, ricos y pobres, todos pueden hacerse santos, porque todos pueden servirse plenamente de los dones recibidos en el bautismo.
Cada estado de vida, como un jardín bien regado por la gracia, puede producir flores y frutos de santidad. Incluso, la presencia de los santos en las diferentes vocaciones de la Iglesia, también las más recientes, es el testimonio concreto de la posibilidad y del éxito de la vida buena del Evangelio aún hoy.
El pasado 10 (diez) de mayo, cuando comencé a prepararme para este encuentro, leí un discurso del Papa, que prácticamente desarrollaba el tema que se me ha encomendado. Ese día, pues, el Papa Francisco, dirigiéndose a la Conferencia Italiana de Institutos Seculares, afirmaba que la fidelidad a los propios ideales repropone la santidad, como instrumento indispensable de animación en la Iglesia y en la sociedad. Hoy más que nunca, no hay un testimonio evangélico más creíble y eficaz que el de vivir con coherencia y a veces también con heroísmo el propio bautismo, haciendo fructificar al máximo las virtudes de la fe, de la esperanza y de la caridad. Son estos los talentos que el Señor da a los miembros de los Institutos Seculares como dote espiritual indispensable para una vida evangélicamente ejemplar en el mundo.
El discurso del Papa Francisco tiene una gran inspiración. Su magisterio, claro y esencial, expone los fundamentos de vuestra identidad, ofreciendo sugerencias de gran sabiduría y concreción.
Me permito, por tanto, referirme abundantemente a sus palabras, invitando a todas vosotras a leerlas, meditarlas y, obviamente, a actuarlas.
El 10 (diez) de mayo pasado, pues, conmemorando la Provida Mater Ecclesia de Pío XII (doce) (2 –dos- de febrero de 1947 –mil novecientos cuarenta y siete-), documento fundamental y profético para vuestros Institutos, el Papa Francisco ha tenido dos discursos: uno improvisado, a braccio (como se dice en italiano) y otro escrito, entregado a los participantes, pero no leído. En ambos el Papa ha estado claro y profundo, como suele.
2. En el discurso improvisado, que le salía del corazón, ha subrayado varias veces tanto la audacia de la Iglesia en el instituir esta nueva forma de vida cristiana, como vuestra valentía en el vivir esta extraordinaria experiencia en un contexto cultural pluralístico, superficial, indiferente cuando no adverso a los valores cristianos.
Estas son las precisas palabras del Papa Francisco: «Los institutos seculares son propiamente un gesto de valentía que ha tenido la Iglesia […]. Y de aquella época hasta ahora es tan grande el bien que vosotros hacéis a la Iglesia, con valentía porque hace falta valentía para vivir en el mundo. Tantos de vosotros solos, en vuestro apartamento, van, vienen; algunos en pequeñas comunidades. Todos los días, llevar la vida de una persona que vive en el mundo y al mismo tiempo custodiar la contemplación, esta dimensión contemplativa hacia el Señor y también hacia el mundo, contemplar la realidad, como contemplar la belleza del mundo, y también los grandes pecados de la sociedad, las desviaciones, todas estas cosas, y siempre en tensión espiritual».2
No sólo valiente, para el Papa Francisco vuestra vocación es también fascinante y revolucionaria: «fascinante, porque es una vocación que está justo allí, donde se juega la salvación no sólo de las personas sino de las instituciones. Y de tantas instituciones laicas necesarias en el mundo. Por eso yo pienso así, che con la ProvidaMater Ecclesia la Iglesia ha tenido un gesto revolucionario».
El Santo Padre apunta al múltiple ámbito de vuestro apostolado, como, por ejemplo, la política, la economía, la educación, la familia, y también los medios de comunicación social, la escuela, el deporte, la cultura.
Ante el inmenso campo que se abre a vuestro testimonio y a vuestro apostolado, el Papa Francisco se hace la pregunta que quizá también está en el corazón de alguno de vosotros: «Y yo, ¿qué hago?». Se trata de una verdadera tentación, que hay que superar recordando el evangélico grano de trigo y la levadura: «Vuestra vida es como el grano de trigo…; es como la levadura. Tiene todo lo posible para que el Reino llegue, crezca y se haga grande y que cubra a tanta gente como el árbol de mostaza».
Con esto el Papa Francisco pone el horizonte interpretativo de vuestra vida, completamente inserta en el mundo y completamente inmersa y orientada hacia el cielo, hacia la Jerusalén celestial, donde se verán los frutos. Vuestro testimonio, de hecho, tiene un doble dimensión: la visible, mundana, común a los otros hombres y mujeres; y la invisible, espiritual, pero tan real como la primera, que funda y da significado y valor a vuestra vocación en la historia.
Dice así el Papa: «Pensad esto. Pequeña vida, pequeño gesto; vida normal, pero levadura, semilla, que hace crecer. Y esto os da consolación. Los resultados en este balance sobre el Reino de Dios no se ven. Sólo el Señor nos hace percibir algo… Veremos los resultados allá arriba».
El Papa Francisco exhorta, por tanto, a tener esperanza y gran espíritu de fe. Por eso invita a releer el capítulo once de la Carta a los Hebreos con los testimonios de fe en Dios y en su presencia providente en la historia por parte de los personajes veterotestamentarios, como, por ejemplo, Abel, Noé, Abrahán, Isaac, Moisés, Raab: «Aprended que tantos padres nuestros han hecho este camino y no han visto resultados, pero los han divisado de lejos. La esperanza… este es el viaje que os deseo. Muchas gracias por lo que hacéis en la Iglesia; muchas gracias por la oración y por las acciones. Gracias por la esperanza. Y no olvidéis: ¡sed revolucionarios!».
Hasta aquí el discurso libre que el Papa llama «dos o tres cosillas que quizá os ayudarán». En realidad él considera vuestra vocación valiente, fascinante, revolucionaria, a menudo escondida, pero auténtica semilla, levadura, que fermenta la Iglesia y la sociedad con la esperanza que nunca defrauda, inserta en la sequela Christi y en la buena noticia del Evangelio. Estas palabras provenientes del corazón de nuestro Pastor universal hay que considerarlas orientaciones de gran utilidad para vosotros hoy.
3. También el discurso escrito, no leído pero igualmente concreto, contiene algunas intuiciones típicas del Papa Francisco, que conoce y aprecia vuestra vocación, como una de las formas más innovadoras de vida cristiana, reconocidas y aprobadas por la Iglesia y quizá todavía no plenamente comprendida:
«Por vocación sois laicos y sacerdotes como los otros y en medio de los otros, lleváis una vida ordinaria, sin signos exteriores, sin la ayuda de una vida comunitaria, sin la visibilidad de un apostolado organizado o de obras específicas. Sois ricos sólo de la experiencia totalizante del amor de Dios y por eso sois capaces de conocer y compartir la fatiga de la vida en sus múltiples expresiones, fermentándolas con la luz y la fuerza del Evangelio».
El Papa Francisco continúa afirmando: «Sois signo de la Iglesia dialogante de la que habla Pablo VI (sexto) en la Encíclica Ecclesiam suam: “No se salva el mundo desde fuera – afirma- ; hay que, como el Verbo de Dios que se ha hecho carne, inmiscuirse, en cierto modo, en las formas de vida de aquellos a los que se quiere llevar el mensaje de Cristo, hay que compartir, sin poner distancia de privilegios, o diafragma de lenguaje incomprensible, el vestido común, siempre que sea humano y honesto, el de los más pequeños especialmente, si se quiere ser escuchados y comprendidos. Hay que, aun antes de hablar, escuchar la voz, incluso el corazón del hombre; comprenderlo, y por cuanto sea posible respetarlo y, si lo merece, seguirlo. Hay que hacerse hermanos de los hombres en el acto mismo en el que queremos ser sus pastores y padres y maestros. El clima del diálogo es la amistad. Incluso el servicio” (n. 90)”».
Recordando después el tema de la asamblea que era “En el corazón de los acontecimientos humanos; los retos de una sociedad compleja”, el Papa Francisco refrenda el campo de vuestra misión y de vuestra profecía: «Estáis en el mundo pero no sois del mundo, llevando dentro de vosotros lo esencial del mensaje cristiano: el amor del Padre que salva. Estáis en el corazón del mundo con el corazón de Dios. Vuestra vocación os hace interesados a todo hombre y a sus instancias más profundas, que a menudo quedan ocultas o enmasqueradas. Por la fuerza del amor de Dios que habéis encontrado y conocido, sois capaces de cercanía y ternura. Así podéis estar tan cerca hasta tocar al otro, sus heridas y sus expectativas, sus preguntas y sus necesidades, con esa ternura que es expresión de un cuidado que cancela toda distancia. Como el Samaritano que pasó al lado y vio y tuvo compasión. Es este el movimiento al que os compromete vuestra vocación: pasar al lado de todo hombre y hacerse prójimo de toda persona que encontráis; porque vuestro permanecer en el mundo no es simplemente una condición sociológica, sino una realidad teologal que os llama a un estar consciente, atento, que sabe adivinar, ver y tocar la carne del hermano».
Es conocida por todos la dificultad de ser presencia no visible sino real y eficaz. Y así el Papa Francisco os exhorta a superar la pereza y la superficialidad del testimonio: «Si os estáis haciendo distrídos, o peor aún no conocéis este mundo contemporáneo, sino que conocéis y frecuentáis solo el mundo que os gusta o que os alegra, entonces ¡es urgente una conversión! Vuestra vocación es por naturaleza en salida, no sólo porque os lleva hacia el otro, sino también sobre todo porque os pide vivir donde vive cada hombre».
Afirmando además que Italia, como también España (añadimos nosotros), son los países con mayor número de Institutos seculares y de miembros, el Papa Francisco prosigue así: «Sois levadura que puede producir un pan bueno para tantos, ese pan del que tanta hambre hay: la escucha de las necesidades, de los deseos, de las desilusiones, de las esperanzas. Como quien os ha precedido en vuestra vocación, podéis volver a dar esperanza a los jóvenes, ayudar a los ancianos, abrir caminos hacia el futuro, difundir el amor en cada lugar y en cada situación. Si esto no sucede, si a vuestra vida ordinaria le falta testimonio y profecía, entonces, vuelvo a repetir, ¡es urgente una conversión!».
El Para invita, por tanto, a «no perder el impulso de caminar por las calles del mundo y la conciencia de que caminar, andar incluso con paso incierto o cojeando, es siempre mejor que estar parados, cerrados en las propias preguntas o en las propias seguridades. La pasión misionera, el gozo del encuentro con Cristo que os empuja a compartir con los demás la belleza de la fe, aleja el riesgo de quedarse bloqueados en el individualismo. El pensamiento que propone al hombre como artífice de sí mismo, guiado solo por sus propias decisiones y por sus propios deseos, a menudo revestidos con el traje aparentemente bello de la libertad y del respeto, amenaza minar los fundamentos de la vida consagrada, especialmente secular. Es urgente revalorizar el sentido de pertenencia a vuestra comunidad vocacional que, justo porque no se funda en una vida común, encuentra sus puntos de fuerza en el carisma. Por eso, si cada uno de vosotros es para los demás una posibilidad preciosa de encuentro con Dios, se trata de redescubrir la responsabilidad de ser profecía como comunidad, de buscar juntos, con humildad y con paciencia, una palabra de sentido que pueda ser un don para el País y para la Iglesia, y de testimoniarla con sencillez. Vosotros sois como antenas preparadas para acoger los gérmenes de novedad suscitados por el Espíritu Santo, y podéis ayudar a la comunidad eclesial a asumir esta mirada de bien y a encontrar nuevos y valientes caminos para llegar a todos».
En conclusión, el Papa reafirma la importancia de vuestra vocación, en cuanto luces vivas del Evangelio de Cristo y de la Iglesia, nunca parados sino siempre en camino «con esa virtud que es una virtud peregrina: ¡la alegría!».
Como se ve, también el discurso escrito es inmediato, profundo y rico de preciosas sugerencias. El Papa Francisco conoce bien la importancia de vuestra vocación y de vuestro apostolado, que es levadura que fermenta de bien y de santidad a la Iglesia y a la sociedad.
4. Si ahora damos un vistazo al bien espiritual inmenso de vuestros Institutos en la Iglesia, percibimos cómo vuestros Fundadores y muchos Miembros vuestros han sido modelos ejemplares de vida cristiana, según la invitación del Señor a ser sal de la tierra y luz del mundo (Mt 5, 13-14). La santidad es de casa en vuestros Institutos. Vosotros sois en el mundo cristianos altamente conscientes de vuestras responsabilidades bautismales. Y por esto sois en la casa de Dios esa lámpara evangélica, que no se tiene escondida, sino que se pone allí donde pueda alumbrar a los que entran (cf. Lc 11, 33). El secreto de vuestra vocación es de hecho la santidad, que significa una vida concentrada completamente en Dios, en cuyo corazón apoyar profunda fe, sólida esperanza e ilimitada caridad. Es la santidad el sigilo de vuestra vocación: ser totalmente de Cristo, de la Iglesia y de las almas.3
5. No sólo las seculares Órdenes religiosas o las modernas Congregaciones masculinas y femeninas, sino también los Institutos Seculares son hoy en la Iglesia auténticas fuentes de santidad. En la Congregación de las Causas de los Santos tenemos decenas y decenas de causas de beatificación y canonización tanto de Fondadores como de Miembros de vuestros Institutos.
Algunos ya han sido canonizados, como por ejemplo el mártir español San Pedro Poveda (1874-1936), fundador de la Institución Teresiana, sacerdote santo y culto, que en 1974 (mil novecientos setenta y cuatro) la Unesco ha incluído en el elenco de personalidades que han tenido un influjo positivo en el desarrollo de la sociedad humana y de la cultura mundial.
Alguno ya ha sido beatificado, como por ejemplo el italiano Beato Luigi Monza (1898-1954), sacerdote diocesano, fundador del Instituto de las Pequeñas Apóstolas, cuyo ideal es tener un solo corazón y una sola alma, haciendo de la caridad la primera e irrenunciable regla de convivencia humana y el medio más idóneo para estar cerca del hombre contemporáneo y para anunciar el Evangelio de Cristo.
Hay además muchísimos Siervos de Dios y Venerables cada uno con una precisa fisonomía espiritual y apostólica.
Me permito elencarlos para mostrar la multiplicidad y la variedad de su testimonio de santidad. Cito así:
El sacerdote español Luis Zambrano Blanco (1909-1983), fundador del Instituto Secular Hogar de Nazaret, cuya Positio se presenta a la discusión de los Consultores Teólogos en octubre de 2015 (dos mil quince);
el Obispo español Ángel Riesco Carbajo (1902-1972), fundador del Instituto Secular de las Misioneras Apostólicas de la Caridad, cuya Positio está en elaboración;
el Venerable Antonio Amundaráin Garmendia (1895-1954), sacerdote español, fundador del Instituto Secular Alianza en Jesús por María, cuya causa espera el milagro necesario para la beatificación;
el Venerable Baltasar Pardal Vidal (1886-1963), sacerdote diocesano español, fundador del Instituto Secular de las Hijas de la Natividad de María, cuya causa está también en espera de un milagro para la beatificación;
el Siervo de Dios Doroteo Hernández Vera (1901-1991), sacerdote diocesano español, canónigo de la catedral de Santander, fundador del Instituto Secular Cruzada Evangélica, cuya Positio está aún en preparación;
el Siervo de Dios Manuel Pérez Arnal (1879-1946), sacerdote diocesano español, fundador del Instituto Secular Activas del Apostolado Social, cuyos miembros están comprometidos en la promoción de la mujer trabajadora y cuya Positio super virtutibus está en preparación;
el Venerable Siervo de Dios Francesco Mottola (1901-1969), sacerdote diocesano italiano, fundador del Instituto Secular de las Oblatas del Sagrado Corazón, de quien un presunto milagro está en estudio en la Congregación de las Causas de los Santos;
la Venerable Sierva de Dios Marianna Amico Roxas (1883-1947), laica italiana, fundadora del Instituto Secular Sociedad de Santa Úrsula, también ella en espera del milagro para la beatificación;
la Sierva de Dios, Germana Sommaruga (1914-1995), laica italiana, fundadora del Instituto Secular de las Misioneras de los Enfermos “Cristo nuestra Esperanza”, para la asistencia de los enfermos según el espíritu de San Camilo de Lelis: la causa está aún en fase diocesana;
la Sierva de Dios Elena Da Persico (1869-1948), noble italiana, fundadora del Instituto Secular de las Hijas de la Reina de los Apóstoles, cuya Positio super virtutibus ha sido examinada por los Consultores Teólogos (9-nueve- de noviembre –de 2012 –dos mil doce-), los cuales han pedido algunas clarificaciones;
el Siervo de Dios Henri Caffarel (1903-1996), sacerdote diocesano francés, fundador de las asociaciones Equipos de Nuestra Señora y del Instituto Secular de las Fraternidades de Nuestra Señora de la Resurrección, cuya causa está aún en fase diocesana en París;
el Venerable Siervo de Dios Joaquim Alves Brás (1899-1992), sacerdote diocesano portugués, fundador del Instituto Secular de las Cooperadoras de la Familia, cuya causa está en espera de un milagro para la beatificación;
el Siervo de Dios Juan Bautista Zuaboni (1880-1939), sacerdote diocesano italiano, fundador del Instituto Secular de la Compañia de la Sagrada Familia, cuya Positio, entregada en febrero de 2003 (dos mil tres), está en espera de la discusión de los Consultores Teólogos (esta no podrá avanzar si no hay interés por parte de los actores y de los postuladores);
el Siervo de Dios Juan Sánchez Hernández (1902-1975), sacerdote español perteneciente a los Operarios Diocesanos del Sagrado Corazón de Jesús, fundador del Instituto Secular de las Siervas Seculares de Jesucristo Sacerdote, cuya Positio está ya preparada desde el 2006 (dos mil seis) en espera de la discusión de los Teólogos;
el Siervo de Dios José Dini Torreggiani (1905-1983), sacerdote diocesano italiano, fundador del Instituto Secular de los Siervos de la Iglesia, cuya causa está aún en fase diocesana;
el Siervo de Dios Ireneo Mazzotti (1887-1976), sacerdote italiano de la Orden de los Franciscanos Menores, fundador del Instituto Secular Pequeña Familia Franciscana, cuya Positio entregada en el 2002 (dos mil dos) espera la discusión de los Teólogos;
la Sierva de Dios, Lucia Schiavinato (1900-1976), laica italiana, fundadora del Instituto Secular de las Voluntarias de la Caridad, cuya Positio está en preparación desde el 2004;
la Sierva de Dios, Magdalena Aulina Saurina (1897-1956), laica española, fundadora del Instituto Secular de las Operarias Parroquiales, cuya causa ha recibido en febrero de 2014 (dos mil catorce) el decreto de validez del procedimiento instructorio diocesano sobre las virtudes;
el Venerable Siervo de Dios Padre Marie Eugène de l’Enfant Jésus (Henri Grialou) (1894-1967), sacertote francés de la Orden de los Carmelitas Descalzos, fundador del Instituto Secular de Nuestra Señora de la Vida, cuya causa espera un milagro para la beatificación;
la Sierva de Dios Márica Stanković (1900-1957), laica croata, fundadora del Instituto Secular de las Colaboradoras de Cristo Rey, cuya causa está en fase diocesana;
el Siervo de Dios Maximilian Josef Metzger (1887-1944), sacerdote diocesano alemán, fundador del Instituto Secular de la Sociedad de Cristo Rey, cuya causa está en fase diocesana;
el Siervo de Dios Esteban Gerbaudo (1909-1950), sacerdote diocesano italiano, fundador del Instituto Secular de las Misioneras Diocesanas de JesúsSacerdote, cuya causa ha recibido en febrero pasado el decreto de apertura del procedimiento instructorio diocesano sobre las virtudes;
el Siervo de Dios, Vicente Garrido Pastor (1896-1975), sacerdote diocesano español, fundador del Instituto Secular de las Obreras de la Cruz, cuya Positio será discutida por los Consultores Teólogos en el próximo octubre.
Como se ve, muchos Institutos Seculares tienen en curso causas de beatificación y canonización, demostrando que vuestros carismas particulares tienen en su origen la santidad de los fundadores y se nutren de su enseñanza y de su existencia virtuosa.
6. Contagiados de la santidad de los fundadores e inspirados por sus virtudes muchos miembros de los Institutos Seculares son objeto de causas de beatificación y canonización.
Cito, por ejemplo, el Siervo de Dios Vittorino Chizzolini (1907-1984). Laico italiano. Perteneciente al Instituto Secular de las Misiones de la Realeza de Nuestro Señor Jesucristo, cuya causa está en fase diocesana;
la Sierva de Dios Antonia Lesino (1897-1962), italiana, del Instituto Secular Pequeña Familia Franciscana, cuya Positio super virtutibus entregada en octubre de 2012 (dos mil doce) está en espera de la discusión de los Consultores Teólogos;
la Venerable Sierva de Dios Emilia Engel (1893-1955), alemana, perteneciente al Instituto Secular de las Hermanas Marianas de Schönstatt, cuya causa espera un milagro para la beatificación;
la Sierva de Dios María Florencia Domínguez Netto (1927-1982), comunmente llamada Piché, laica paraguayana del Instituto Secular Reina de Misericordia, cuya causa está aún en fase diocesana;
la Sierva de Dios Ascensión Sacrament Sánchez Sánchez (1911-1946), laica española, del Instituto secular Cruzada evangélica, cuya causa está en fase diocesana;
la Sierva de Dios Paulina Callabat (1923-2005), laica francesa, del Instituto Secular Caritas Christi, que este año ha recibido el nihil obstat de la Santa Sede para dar inicio a la fase diocesana de la causa.
7. Este largo elenco muestra que la santidad forma parte de vuestra identidad vocacional. Aun siendo sustancialmente igual para todos, vuestra santidad aporta a la Iglesia una ventana de frescura, de novedad existencial y apostólica, de comprensión cultural, que fascina. Además muestra la posibilidad aún hoy de vivir las bienaventuranzas evangélicas con heroismo y también fuera de los conventos y de las tradicionales congregaciones y órdenes religiosas.
Vuestra santidad escondida a los ojos del mundo, introduce en el corazón de las historia la llama del amor de Dios y crea una onda benéfica, invisible pero real, que toca misteriosamente los corazones de los hombres y de las mujeres cercanos y lejanos, para convertirlos al bien, para llamarlos a la virtud, para reconducirlos a la acogida fraternal y pacífica. Vuestra santidad guía al pueblo de Dios al encuentro con Jesús, a la meditación de su palabra de vida, a la adoración de su presencia eucarística, al amor a la Virgen María madre y reina de los apóstoles, a la escucha del magisterio de nuestros pastores.
Vuestro testimonio coherente es también una invitación a la alegría. La santidad es alegría. La tristeza pertenece al mal. Vuestra existencia sea pues una peregrinción de alegría, iniciada en aquél primer momento en el que Jesús os llamó y os amó. Vuestra vocación es la llamada a la alegría de la santidad, que transforma la existencia haciéndola apasionante. Es en la alegría donde la fidelidad se refuerza y supera las inevitables cruces de la existencia. Con vuestra santidad, vosotros lleváis el abrazo de Dios al mundo, con sus frutos de amor, gozo, paciencia, benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí (cf. Gal 5, 22).
Es ésta la gran belleza de vuestra santidad.
1 Relazione tenuta a Madrid il 21 giugno 2014 al Centro de Conferencias Pablo VI. L’incontro era organizzato dalla Conferenza Spagnola degli Istituti Secolari.
2 Papa Francesco, Un gesto rivoluzionario, in «L’Osservatore Romano», domenica 11 maggio 2014, p. 7.
3 Era questo, ad esempio, l’ideale di Maddalena Aulina y Saurina, fondatrice dell’Istituto Secolare Operaie Parrocchiali. Cf. Lorenzo Galmés, Maddalena, Edizioni Dehoniane, Roma 1994, p. 67.